LA RESPONSABILIDAD
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La responsabilidad signo de madurez
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El tercer valor es la responsabiliodad, la cual demuestra confianza conb lo demás.
La responsabilidad es un signo de madurez, pues el cumplir una obligación de cualquier tipo no es generalmente algo agradable, pues implica esfuerzo. En el caso del plomero, tiene que tomarse la molestia de hacer bien su trabajo. El carpintero tiene que dejar de hacer aquella ocupación o gusto para ir a la casa de alguien a terminar un encargo laboral. La responsabilidad puede parecer una carga, y el no cumplir con lo prometido origina consecuencias.
La
responsabilidad (o la irresponsabilidad) es fácil de detectar en la vida diaria,
especialmente en su faceta negativa: la vemos en el plomero que no hizo
correctamente su trabajo, en el carpintero que no llegó a pintar las puertas en
el día que se había comprometido, en el joven que tiene bajas calificaciones, en
el arquitecto que no ha cumplido con el plan de construcción para un nuevo
proyecto, y en casos más graves en un funcionario público que no ha hecho lo que
prometió o que utiliza los recursos públicos para sus propios
intereses.
Sin embargo
plantearse qué es la responsabilidad no es algo tan sencillo. Un elemento
indispensable dentro de la responsabilidad es el cumplir un deber. La
responsabilidad es una obligación, ya sea moral o incluso legal de cumplir con
lo que se ha comprometido.
La
responsabilidad tiene un efecto directo en otro concepto fundamental: la
confianza. Confiamos en aquellas personas que son responsables. Ponemos nuestra
fe y lealtad en aquellos que de manera estable cumplen lo que han
prometido.
¿Por qué es un
valor la responsabilidad? Porque gracias a ella, podemos convivir pacíficamente
en sociedad, ya sea en el plano familiar, amistoso, profesional o
personal.
Cuando alguien
cae en la irresponsabilidad, fácilmente podemos dejar de confiar en la persona.
En el plano personal, aquel marido que durante una convención decide pasarse un
rato con una mujer que recién conoció y la esposa se entera, la confianza
quedará deshecha, porque el esposo no tuvo la capacidad de cumplir su promesa de
fidelidad. Y es que es fácil caer en la tentación del capricho y del bienestar
inmediato. El esposo puede preferir el gozo inmediato de una conquista, y
olvidarse de que a largo plazo, su matrimonio es más importante.
El origen de la
irresponsabilidad se da en la falta de prioridades correctamente ordenadas. Por
ejemplo, el carpintero no fue a pintar la puerta porque llegó su "compadre" y
decidieron tomarse unas cervezas en lugar de ir a cumplir el compromiso de
pintar una puerta. El carpintero tiene mal ordenadas sus prioridades, pues
tomarse una cerveza es algo sin importancia que bien puede esperar, pero este
hombre (y tal vez su familia), depende de su trabajo.
La
responsabilidad debe ser algo estable. Todos podemos tolerar la
irresponsabilidad de alguien ocasionalmente. Todos podemos caer fácilmente
alguna vez en la irresponsabilidad. Empero, no todos toleraremos la
irresponsabilidad de alguien durante mucho tiempo. La confianza en una persona
en cualquier tipo de relación (laboral, familiar o amistosa) es fundamental,
pues es una correspondencia de deberes. Es decir, yo cumplo porque la otra
persona cumple.
El costo de la
irresponsabilidad es muy alto. Para el carpintero significa perder el trabajo,
para el marido que quiso pasarse un buen rato puede ser la separación definitiva
de su esposa, para el gobernante que usó mal los recursos públicos puede ser la
cárcel.
La
responsabilidad es un valor, porque gracias a ella podemos convivir en sociedad
de una manera pacífica y equitativa. La responsabilidad en su nivel más
elemental es cumplir con lo que se ha comprometido, o la ley hará que se cumpla.
Pero hay una responsabilidad mucho más sutil (y difícil de vivir), que es la del
plano moral.
Si le prestamos a
un amigo un libro y no lo devuelve, o si una persona nos deja plantada
esperándole, entonces perdemos la fe y la confianza en ella. La pérdida de la
confianza termina con las relaciones de cualquier tipo: el chico que a pesar de
sus múltiples promesas sigue obteniendo malas notas en la escuela, el marido que
ha prometido no volver a emborracharse, el novio que sigue coqueteando con otras
chicas o el amigo que suele dejarnos plantados. Todas esta conductas terminarán,
tarde o temprano y dependiendo de nuestra propia tolerancia hacia la
irresponsabilidad, con la relación.
Ser responsable
es asumir las consecuencias de nuestra acciones y decisiones. Ser responsable
también es tratar de que todos nuestros actos sean realizados de acuerdo con una
noción de justicia y de cumplimiento del deber en todos los sentidos.
Los valores son
los cimientos de nuestra convivencia social y personal. La responsabilidad es un
valor, porque de ella depende la estabilidad de nuestras relaciones. La
responsabilidad vale, porque es difícil de alcanzar.
¿Qué podemos
hacer para mejorar nuestra responsabilidad?
El primer paso es
percatarnos de que todo cuanto hagamos, todo compromiso, tiene una consecuencia
que depende de nosotros mismos. Nosotros somos quienes decidimos.
El segundo paso
es lograr de manera estable, habitual, que nuestros actos correspondan a
nuestras promesas. Si prometemos "hacer lo correcto" y no lo hacemos, entonces
no hay responsabilidad.
El tercer paso es
educar a quienes están a nuestro alrededor para que sean responsables. La
actitud más sencilla es dejar pasar las cosas: olvidarse del carpintero y
conseguir otro, hacer yo mismo el trabajo de plomería, despedir al empleado,
romper la relación afectiva. Pero este camino fácil tiene su propio nivel de
responsabilidad, porque entonces nosotros mismos estamos siendo irresponsables
al tomar el camino más ligero. ¿Qué bien le hemos hecho al carpintero al
despedirlo? ¿Realmente romper con la relación era la mejor solución? Incluso
podría parecer que es "lo justo" y que estamos haciendo "lo correcto". Sin
embargo, hacer eso es caer en la irresponsabilidad de no cumplir nuestro deber y
ser iguales al carpintero, al gobernante que hizo mal las cosas o al marido
infiel. ¿Y cual es ese deber? La responsabilidad de corregir.
El camino más
difícil, pero que a la larga es el mejor, es el educar al irresponsable. ¿No
vino el carpintero? Entonces, a ir por él y hacer lo que sea necesario para
asegurarnos de que cumplirá el trabajo. ¿Y el plomero? Hacer que repare sin
costo el desperfecto que no arregló desde la primera vez. ¿Y con la pareja
infiel? Hacerle ver la importancia de lo que ha hecho, y todo lo que depende de
la relación. ¿Y con el gobernante que no hizo lo que debía? Utilizar los medios
de protesta que confiera la ley para que esa persona responda por sus
actos.
Vivir la
responsabilidad no es algo cómodo, como tampoco lo es el corregir a un
irresponsable. Sin embargo, nuestro deber es asegurarnos de que todos podemos
convivir armónicamente y hacer lo que esté a nuestro alcance para
lograrlo.
¿Qué no es fácil?
Si todos hiciéramos un pequeño esfuerzo en vivir y corregir la responsabilidad,
nuestra sociedad, nuestros países y nuestro mundo serían diferentes.
Sí, es difícil,
pero vale la pena.